Todos los bautizados somos llamados a misionar, a llevar el evangelio hasta los confines de la tierra.
La cita bíblica de Lc 10,2:
«La mies es mucha y los obreros pocos»
resuenan con mucha fuerza en nuestros tiempos. A más de dos mil años el mundo está lleno de herramientas tecnológicas y avances científicos, en una cotidianeidad en donde se hace más común y más visible la violencia; la corrupción, los antivalores disfrazados de progresismo y vanguardismo. Con nuevas leyes en las sociedades que promueven el asesinato dentro del vientre materno, la desintegración familiar, la legalización de las drogas y el impulso de ideologías contrarias a la voluntad divina de Dios, el ser humano está dominado por el egoísmo, el hedonismo y la autosuficiencia; Pero que paradójicamente aumenta la desilusión, la depresión, la ansiedad, el suicidio por la insatisfacción y un sinsentido ante la vida.
Una cultura que necesita esperanza
Pareciese que la cultura de la muerte avanza ferozmente, arrastrando a las nuevas generaciones a un mundo donde cada vez más se hace a Dios a un lado, en donde la fe pareciese no tiene importancia alguna y la vida espiritual fuese algo risible o pasado de moda.
Cobra entonces verdadera importancia «llevar el evangelio hasta los confines de la tierra» es decir: ponerse en acción y llevar la buena nueva de Cristo a todo aquel que no ha tenido la oportunidad de tener una experiencia viva y real con Dios. Porque si es cierto que el panorama actual perece desolado, también es cierto que la respuesta para una vida plena, sana y llena de esperanza es Jesús.
Conocer a Cristo para amarlo
Como decía nuestro queridísimo padre Salvador Carrillo, «nadie puede amar lo que no conoce». De modo que no basta con haber oído o saber que existe Cristo para tener una conversión de vida; sino hay que conocerlo profundamente, pasar tiempo con él, convivir con él, llenarse de él. Y eso se da indudablemente escudriñando las escrituras, escuchando, estudiando pero también predicando la palabra de Dios, dándole vida, continuando la misión de Jesús aquí en la tierra y haciendo acopio a aquellas palabras en Mt 28, 19-20
«Id pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre de Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que yo les he mandado…«
“Mandado” dice el evangelio, de manera que es esencial para todo cristiano católico tomar la bandera de la misión de nuestro Señor Jesús Cristo, y ser verdaderamente y activamente esa sal y luz para el mundo actual, contrarrestar esa ola que ataca a la sociedad, a la iglesia y al ser humano mismo.
Llamados a ser testigos
Resulta necesario que cada hombre y mujer de fe, de razón de la misma, ya que la fe se obtiene por la escuchar la predicación, tenemos y un bellísimo compromiso ya que desde nuestro bautismo hemos sido constituidos reyes, sacerdotes y profetas. Vayamos pues desde nuestro diario vivir, en nuestro círculo social, con nuestro círculo social, con nuestros hijos y nietos; en las universidades y colegios; en las capillas y parroquias; en las calles y los barrios; en los trabajos y centros sociales y hasta los confines de la tierra, es decir a quien se deje como aquel Eunuco a quien enseño Felipe, Hch 8,26-40. Seamos pues misioneros sin miedo, sin escusas, con decisión, valor y convencidos de que estaremos cumpliendo la voluntad del Padre y colaborado en el establecimiento del Reinado de Dios aquí en la tierra, ya que Jesús mismo nos lo prometió:
«y estad seguros que yo estaré con vosotros día tras día, hasta el fin del mundo» Mt 28,20
La mies es mucha…
Es mucha la mies… encontraremos mucho campo fértil en nuestra misión, jóvenes dispuestos a escuchar palabra de esperanza, familias dispuestas a la reconciliación, comunidades y parroquias sedientas de volver a sentir el fuego del Espíritu Santo. De modo que, si evangelizamos con el testimonio y predicamos a Jesús de Nazaret, por muy difícil que parezca, por muy lejos que tengamos que ir y por muy grandes que parezcan los sacrificios, la pesca para la Gloria de nuestro Señor está asegurada, y nuestra vida tendrá un mejor sentido, un sentido Cristo céntrico, de donación, de entrega, de humildad y de servicio.
Un envío que continúa
Pero ¿cómo van a invocar a aquel en quien no han creído? ¿Cómo creerán en aquel de quien no han oído hablar? ¿Cómo van air sin que se los predique? ¿Y cómo van a predicar si no son enviados?
Como dice la escritura:
¡Que hermosos son los pies de los que anuncian buenas nuevas! Rm 10, 14- 15
A manera de conclusión parafraseo al padre Salvador Carrillo Alday:
“La palabra de Dios que se lee, pero no se hace vida es como una exhortación lanzada al vacío como agua derramada en el desierto”









Imágenes de las Escuelas Bíblicas del Espíritu Santo (EBES), Misioneros de la Palabra.